¿Alguna vez te has parado a pensar que nuestro cerebro registra consciente y/o inconscientemente los acontecimientos que vivimos? Entonces, a través de estos registros, se crea una colección de contenidos que dan significado al mundo que nos rodea. A esta red de procesos neuronales responsables de registrar y almacenar experiencias la llamamos memoria.
La memoria es dinámica y multifacética, captura experiencias conscientes e inconscientes que se entrelazan y forman la base sobre la que se construye nuestra percepción del mundo. Según Lent (1), el aprendizaje juega un papel crucial en este proceso, permitiendo la asimilación de nueva información que se incorpora al tejido de la memoria.
Los investigadores dilucidan que la memoria es el reflejo de los encuentros entre el individuo y su entorno, una interacción constante entre lo interno y lo externo (2,3). No sólo registra lo que fue, sino que también influye en lo que será. (4).
Así, se puede decir que la memoria es responsable de unir nuestro pasado y presente, permitiendo a los individuos adquirir, retener, recuperar y reconsolidar datos que definen la continuidad y la identidad del individuo (4).
Reconsolidación de la memoria
La reconsolidación de la memoria ha sido descrita recientemente como una fase adicional de la memoria, donde se describe que los recuerdos almacenados, al reactivarse, entran en un estado frágil o susceptible y se vuelven vulnerables a modificación o actualización (5,6). Este proceso dinámico, por ejemplo, abre puertas a intervenciones terapéuticas innovadoras (7).
Los sentimientos que experimentamos a lo largo del día se deben a los significados que le atribuimos a las cosas, porque así nos lo enseñó alguien o por nuestra propia experiencia previa.
Siempre que interpretamos un evento, se genera una experiencia, creando así alguna forma de representación de ese evento. La repetición de estas experiencias promueve el fortalecimiento de las conexiones entre neuronas, modificándolas o haciéndolas más robustas. Este proceso aumenta las posibilidades de memorización.
Los diferentes tipos de memoria
La complejidad de la memoria humana se revela en sus múltiples facetas: memoria de trabajo, memoria declarativa (Consciente) y memoria no declarativa (Inconsciente). Todos estos tipos de recuerdos involucran diferentes sistemas neuronales en el cerebro (8).
La memoria de trabajo, también conocida como memoria a corto plazo, es un almacén activo transitorio único capaz de manejar información esencial para muchas operaciones cognitivas complejas, incluido el procesamiento del lenguaje, el razonamiento y el juicio (8,9,10,11).
La atención y la memoria de trabajo son esenciales para aprender nueva información. La atención permite recibir información. La memoria de trabajo ayuda al cerebro a darle sentido.
La memoria declarativa, también conocida como explícita, abarca el conocimiento consciente sobre hechos y acontecimientos, es decir, que puede recordarse de forma consciente, incluyendo hechos y acontecimientos ocurridos en la vida de una persona o información aprendida de los libros. Abarca recuerdos de experiencias autobiográficas y recuerdos asociados al conocimiento general. Este tipo de información puede recuperarse conscientemente con esfuerzo o recordarse espontáneamente sin intención consciente (12).
Mientras tanto, la memoria no declarativa, o implícita, se manifiesta de manera inconsciente, abarcando un conjunto heterogéneo de habilidades, como el aprendizaje condicionado, eventos con alto significado emocional (memoria emocional), habilidades y hábitos (memoria procedimental), efecto priming y aprendizaje no asociativa (13,14).
El estrés tiene un impacto significativo en la memoria declarativa y no declarativa.
El estrés emerge como un factor importante en la regulación de la memoria, influyendo tanto en la memoria declarativa como en la no declarativa. Los estudios sobre los efectos del estrés extremo resaltan la complejidad de las interacciones entre el hipocampo y la amígdala, en la memoria declarativa y la memoria emocional, respectivamente (15).
Cuando estás bajo estrés, el hipocampo comienza a cerrar el almacenamiento de recuerdos, por lo que el nivel de estrés se correlaciona con tu capacidad para almacenar nuevos recuerdos o consolidar todos los recuerdos. Entonces dejamos de almacenar datos sobre qué, cuándo y dónde (15,16).
En cambio, la amígdala funciona al revés, el nivel de estrés determina la capacidad de almacenamiento de la memoria (16). Entonces, cuanto más aumente su nivel de estrés, más almacenará su memoria.
Comprender los mecanismos y funcionalidades de la memoria es fundamental para el bienestar humano. Nuestras interpretaciones dan forma a nuestras experiencias, que, a su vez, quedan registradas en la memoria, tejiendo una intrincada red de significados que dan sentido a nuestra realidad. Es en esta interacción entre experiencia y memoria donde forjamos nuestra identidad y perpetuamos nuestro viaje personal.
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Felipe é fundador da Umajuda e especialista nas áreas de Neurociência e Filosofia. Apoiador de movimentos filantrópicos, empreendedor e executivo a mais de duas décadas, acumulou experiências internacionais que lhe permitiram conhecer diversas realidades, culturas e aprofundar seu conhecimento sobre o comportamento humano. Atualmente, também é doutorando pela USP na área de Neurociência.