El Laberinto de la Normalidad

¿Alguna vez te has preguntado: "¿Está bien actuar así?" "¿Está bien tener esta idea, estar en desacuerdo de esa manera?". Estas preguntas surgen a diario —en empresas, escuelas, familias, redes sociales— y conllevan algo más que inseguridad. Revelan un sofisticado sistema de control que nos enseña a dudar de nosotros mismos antes de atrevernos siquiera a existir fuera del control de los demás.

Cultura y el origen de las normas

A diferencia de otros animales, los humanos no solo nos adaptamos al entorno, sino que lo interpretamos, lo modificamos y lo simbolizamos. Como afirmó Aristóteles, somos seres con lenguaje, pero no de cualquier tipo: una comunicación capaz de transmitir valores como la justicia y la injusticia, el bien y el mal, lo beneficioso y lo perjudicial.

De esta comunicación simbólica surgen las normas, la moral y la ética. Las normas son construcciones culturales, resultado del contexto, la historia y las relaciones humanas. No son inmutables y, por lo tanto, deben ser cuestionadas y transformadas.

Ethos y ética: el comportamiento en foco

La palabra "ética" proviene del griego ethos, que tiene dos significados:

- Con "eta" (η): se refiere a las costumbres sociales.

- Con "épsilon" (ε): indica el comportamiento repetido de un individuo.

En otras palabras, la ética es el puente entre las acciones personales y los valores colectivos. Creamos cultura y, al mismo tiempo, somos moldeados por ella.

La normalidad como herramienta de poder

Toda norma surge de un criterio, y ningún criterio es neutral. Cada vez que se define un estándar, se establece también una ideología; es decir, una cosmovisión específica que intenta imponerse como universal. En esencia, toda ideología conlleva la afirmación tácita de que "el mundo solo es válido si es como yo lo veo". Esta es la lógica que subyace a las normas sociales, corporativas o culturales que guían nuestro comportamiento sin que nos demos cuenta.

Definir lo "normal" siempre ha sido una forma sutil de exclusión. Todo lo que se desvía de la norma es perturbador, no porque sea incorrecto, sino porque revela que las normas son frágiles y arbitrarias.

Como demostró Foucault1, el conocimiento oficial se construye mediante exclusiones. Lo que no se puede medir, reproducir ni categorizar se descarta. Las estadísticas, a menudo consideradas un instrumento neutral, pueden manipularse para confirmar deseos ocultos. Es posible probar cualquier cosa, siempre que se elijan los datos correctos. Y estos datos rara vez incluyen a los silenciados.

Llamar a algo "anormal" es una estrategia conveniente: etiquetarlo es más fácil que aceptarlo. Así, una minoría define lo que es correcto, productivo y saludable - y todo lo que no encaja se convierte en un defecto o una desviación.

Establecer la norma es erigir muros invisibles

En lugar de prohibir, la norma excluye silenciosamente. Moldea comportamientos, limita la expresión y exige que las personas se conformen - incluso si esto les cuesta partes de su propia identidad.

Ser aceptado a menudo requiere renunciar a la autenticidad. Adaptar el discurso, la vestimenta y las ideas. ¿El resultado? Personas menos libres, más silenciosas, viviendo roles escritos por otros.

La zona de confort de la norma

Seguir la norma a menudo es más que obediencia - es alivio. La libertad, aunque se celebra en discursos motivacionales, es aterradora en la práctica. Exige decisión, responsabilidad, riesgo y, sobre todo, la disposición a aceptar las consecuencias de las propias decisiones.

La libertad exige responsabilidad

La libertad, aunque deseada, conlleva incomodidad. Exige decisiones y responsabilidad. Por lo tanto, la norma parece un refugio: seguir lo que "siempre ha sido así" es más fácil que correr riesgos.

Como señaló Zygmunt Bauman, la libertad tiene un precio emocional. Y cuando algo sale mal, quienes siguieron las reglas encuentran consuelo: "Hice lo que me dijeron, pero podría haberlo hecho de otra manera". La norma sirve como refugio contra el fracaso, pero también como barrera para el crecimiento.

Aun así, hay quienes eligen romper la burbuja. Personas que se atreven a ser fieles a su propia voz, incluso frente a la exclusión. Estas personas desafían el modelo dominante y revelan que hay otras formas de vivir, pensar y amar.

La norma puede guiar, sí. Pero cuando transforma la diferencia en error y la libertad en amenaza, deja de proteger y comienza a controlar.

Las normas no son, en sí mismas, un villano. Pueden guiar, facilitar acuerdos sociales y evitar conflictos. Pero cuando se convierten en instrumentos de restricción, pierden su valor ético y asumen una función disciplinaria.  

Reconocer la existencia de estas reglas es el primer paso.  

Desconfiar de ellas — cuando silencian más de lo que protegen — es el segundo.  

Y vivir según una ética que respeta la pluralidad y la valentía de ser diferente...  

Ese es el salto.

Cuando la libertad atemoriza, las normas ofrecen consuelo - pero nunca plenitud.

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felipe-azarias

Felipe é fundador da Umajuda e especialista nas áreas de Neurociência e Filosofia. Apoiador de movimentos filantrópicos, empreendedor e executivo a mais de duas décadas, acumulou experiências internacionais que lhe permitiram conhecer diversas realidades, culturas e aprofundar seu conhecimento sobre o comportamento humano. Atualmente, também é doutorando pela USP na área de Neurociência.

1 – FOUCAULT, M. Vigiar e Punir: nascimento da prisão. 31ª ed. Petrópolis: Vozes, 2009. (Original publicado em 1975).

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